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SACRAMENTOS: BAUTISMO Y CONFIRMACIÓN

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El Sacramento de la Confirmación nos da la habilidad espiritual para convertirnos en testigos adultos de Cristo. En este sentido, completa el don de la infancia espiritual que nos fue dado en el Bautismo. (Hechos 8:15-17)
 

La celebración del Sacramento se compone de dos elementos : La imposición de manos por parte del obispo y la unción con aceite crismal. Está precedida por la renovación de las promesas bautismales.

Desde el comienzo de la Iglesia, el obispo ha sido el ministro ordinario del Sacramento. Sin embargo, puede delegarlo en un sacerdote, como lo hace en la Vigilia Pascual.
 

El Sacramento de la Confirmación es un regalo completo de Dios, uno que podemos rechazar. Para que sepamos usar este don, debemos practicar constantemente la conversión de nuestra vida a Dios. Aunque este pasaje se refiere explícitamente a la ordenación, se aplica igualmente a la confirmación. (2 Timoteo 1:6-7)
 

Por ella recibimos los dones del Espíritu Santo: Temor del Señor, piedad, ciencia, valentía, recto juicio, entendimiento y sabiduría. Por estos dones, podemos crecer en la fe y el Espíritu Santo nos fortalece para ser testigos de Jesús. (Isaías 11:2)

Una de las cosas más importantes sobre la Confirmación y nuestras vidas como cristianos es entender cómo usar los dones del Espíritu Santo que Dios nos da en el Bautismo y la Confirmación. Según San Agustín, el propósito principal de los Dones del Espíritu Santo es conducirnos más profundamente en nuestra fe con Cristo. Suelen seguir este orden:
 

  • Temor del Señor: Este don nos ayuda a reconocer la voluntad de Dios al entender que Él tiene las llaves de la vida eterna. Este es el paso inicial en nuestra relación de paz con Dios. Esto lleva a:
     

  • Devoción (Piedad): El don de la devoción al Señor nos ayuda a crecer en la obediencia a Cristo al aprender acerca de Él a través de las Escrituras. Esto nos ayuda a ser mansos, que es la pérdida del rencor hacia las personas. Una vez que controlamos nuestra ira, estamos abiertos a vernos a los demás ya Dios con claridad. Esto lleva a:
     

  • Conocimiento: El don del conocimiento nos lleva a confrontarnos con el hecho de que Dios debe ser amado por Sí mismo, el prójimo debe ser amado por Dios, y que nuestro amor por Dios lo involucra todo: nuestro corazón, mente y alma. No es tanto un conocimiento intelectual como una experiencia 'bíblica' de estar unidos en el amor. Esto lleva a:
     

  • Fortaleza: El don de la fortaleza es necesario para mantener seguro nuestro amor por Dios, incluso en los malos tiempos. La fortaleza nos mantiene fuertes, alejados de la desesperación y enfocados en la eternidad. Cuando surgen dificultades y el sentimiento de amor se desvanece, nos ayuda a mantenernos fuertes. Esto lleva a:
     

  • Consejo: El don de consejo puede entenderse en relación con la práctica de la consejería. La consejería implica recibir la corrección de nuestras acciones.  Según Dios, no hay manera más profunda de amar que ser una persona de misericordia. El don de consejo nos lleva a la misericordia, que nos lleva a la perfección en el amor. La misericordia es la forma en que Dios nos trata y es lo mejor para nosotros. Es un amor que muere por alguien, incluso cuando no lo merece. Esto lleva a:
     

  • Entendimiento: El don de entendimiento concierne al entendimiento del corazón, la parte de nosotros mismos donde solo Dios y yo estamos presentes. El don del entendimiento limpia el corazón para preferir la Verdad a todo, y nos lleva a amar lo que creíamos desagradable, incluidos nuestros enemigos. Esto nos lleva a:
     

  • Sabiduría: El don de la sabiduría es la etapa final de nuestro crecimiento en la fe. Aquí, vivimos una vida que agrada solo a Dios y podemos disfrutar de Su paz aquí en la tierra y en la eternidad.
     

La forma de progresar de un Don del Espíritu Santo al siguiente es usar nuestros dones personales dados por Dios para el servicio de los demás. Todos tenemos dones para usar para construir el Reino de Dios, como habla San Pablo en 1 Corintios 12 (no dude en leer cualquier parte de ese pasaje). Primero, necesitamos desarrollarnos para que nuestros dones puedan emerger. Nuestros dones personales se desarrollan a través de:
 

  • Oración y crecimiento en la santidad.
     

  • Estudiar los caminos de Dios y entrenar nuestras mentes.
     

  • Involucrándonos con nuestras parroquias, comunidades, estudios, etc., y dejar que la gente nos vea predicar con el ejemplo.
     

  • No tener miedo al trabajo duro, ensuciarse el uniforme.
     

  • Ponernos en situaciones que nos hagan crecer, aunque eso signifique que nos sintamos incómodos. Necesitamos estar dispuestos a hacer lo que otros no harán (Mateo 25:14-20).
     

Una vez que controlemos este patrón, nuestros dones dados por Dios emergerán. Muchos de ustedes, debido a que han estado practicando estos pasos, ya pueden ver sus dones y han comenzado a usarlos. Una vez que veas estos dones, es importante afirmarlos, tanto en ti mismo como en los demás. No tenga miedo de hacer eso: si Dios le ha dado el don de cantar, entonces agradézcale por ello y utilícelo. Si realmente estás creciendo en tus dones, tu vida comenzará a dar frutos. San Pablo llama a esto el Fruto del Espíritu Santo (Gálatas 5:22-23). Este Fruto es la prueba de que vas en la dirección correcta con tu vida en Cristo.

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